Sandwich Baby |
O ATERRIZO O ME LA PEGO (1) VIRGILIO: LA ENEIDA O ATERRIZO O ME LA PEGO
Ahora vuelvo, me voy a dar una vuelta. ¡Ah, aaaaaargh, Clik. Bzzzzz... órbita 58... Rrrr... ya sólo quedan 57 órbitas en espiral! Iba atómica por la autopista cósmica, cuando vi la matriz de un planeta con un cartel: PASIÓN. Y ahí me absorbió la matriz pasional. ¡Oh!, je, je... naaa, ¡agghhh¡ ¡Hum! ¡Noo! Mazazooo. ¡Thozk!, queja. ¡Ah... huy! ¡Que me la pego, que me mato, que me descalabro... que me la doy! ¡Caigo en picado, no puede ser! MAMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁ..... - Radiotelegrafista emita: voy del punto E al D en posición de combate. Facilis descensus Averno in interruptus. Iba sobrevolando la acera a toda pastilla. Me inclinaba demasiado del lado derecho, tenía que aterrizar. ¡Qué Newton me sostenga en este trance! Me acuerdo de esto porque de pequeña siempre soñaba que iba volando a punto de estrellarme sobre la acera y braceando a ritmo de crawll para amortiguar el golpe. Ya sabía que cualquier cosa que chocara con la tierra quedaría aplastada, y el don consiste en aprender a tirarse al suelo y fallar. Lo de fallar me salía a mí siempre redondo. Así pues, en esta primera parte de mi vida sólo necesitaba muchos sentimientos y precipitación para alcanzar mis propósitos. Así no se podía errar una mala caída. Por esto me lanzaba a una velocidad incontrolable por una dirección indeterminada. ¡Y qué aterrizaje tan espectacular! A quién se le ocurre aterrizar sin pistas, sin cables, sin nada de nada. Así he llegado a ser una profesional de la caída. Y seguramente me daba el aire de cara, lo cual obstaculizaba bastante. ¡No te tires! Pues nada. La aceleración con la que caen los graves, es decir yo misma, está condicionada por su estructura íntima. ¿Conseguirá la heroína cambiar su núcleo atómico y/o su ADN? Inversión total de partículas. Sí, no, sí, no. ¿Me quieres, no me quieres? Se abren las apuestas. Pues bien, mientras vivía la gesta de «ya me la he pegado», y llena de temor a desintegrarme en aquella velocidad sobre gris, una señora rubia, mi mamá, se quedaba embobada frente al escaparete de una tienda de ropita para bebés. - ¡Qué lacitos, qué gorritos, qué faldones atestados de puntillas, qué monada...!, -decía la rubia-. Y aunque el médico le había asegurado ya, desde hacía 5 años, que no podía tener hijos, se le revolvió a ella, en aquel momento, todo su instinto maternal, ante la presencia de aquellas natas montadas natalicias y... ¡ay!, lo que es el poder mental. En esto entró mi padre: - ¡El área conyugal es por ahí! «Pam... parabán... paraban... bambán, paraban... parabampachín, parabampachín, pachín pachín... La, la, la, la, la, lalalá, lalará, parabapapá...» ¡El Rey del Pasodoble, el genuino, el auténtico, el de fama mundial: mi padre!, que ya puesto a entrar, entró de paso en mi madre que dijo: - ¡Ay, me voy a quedar embarazada! Desfallecimiento que tras un minuto de indecisión fusionante, como en el barroco de Rubens, aproveché yo para introducirme en sus células roja y blanca, e inmiscuirme de tal modo en esa corriente seminal, que me convertí en el nuevo eslabón de un renacimiento, evitando de paso mi desintegración. Et erunt due in carne una ¿Recuerdas aquella melodía...? ¿Sientes palpitar todavía la emoción de entrega y posesión a la vez de Aquella noche...?2 Y ahí caí en el nudo o cruce de caminos que los dioses ofrecen a Edipo, y donde él elige su tragedia. Ahí se ató una pasión que se desatará con amor. ¡Pensar que soy un producto de estos actos de inconsciencia, necesidad, y de pulsión-pasión! Nacer pues, un deporte, una conjunción o la buena coordinación del ensamblaje del clavadista, y como con todo, hay que ir a ganar. Una vez caída en los apasionados de mis padres, salí toda apasionada y llena de babas, en una familia de clase media culta, justo en un Atico A, no me daba tiempo a caer más bajo. «¡Juraría que voy a refugiarme en esta casa, al Sur de los Pirineos!» - Vos querida, -dijo el vidente ese que lo ve todo tocando la fotografía-, en esta última “reencarnasión” os “habés” equivocado totalmente, debiste haber ido hacia el Norte y “habés” ido hacia el Sur. “Habés” hecho el viaje del revés. Esto sin duda fue duro, aunque como ven no tenía remedio. En cuanto me encontré con un cuerpo humano me sentí satisfecha. Tenía todos los ingredientes necesarios para hacerme infeliz. Era bastante frágil y se podía estropear enseguida; podía oler mal en cuanto se le abandonaba, además envejecía, enfermaba pronto y moría rápidamente. En cuanto vi las posibilidades de tener un cuerpo dominado por muchos sufrimientos, tensiones, e instintos, no lo dudé ni un minuto y me metí en él. Pero peor fue el alumbramiento o mi salida toda al exterior en una maternidad de la colonia "La Cruz del Rayo". ¡Qué rollo! ¡A quién se le ocurre salir de la escafandra materna en un sitio con un nombre así, que es como tener al cielo por límite y estar ya marcada por la mitología para siempre! Este hecho tremendo tengo que recomponerlo, arreglármelo a mi modo, porque si no, no se puede soportar, así que me lo compongo diciendo: Primero marcada por la cruz, a fin de cuentas tenía que padecer la "passsion" de nuestro Señor Jesucristo. Y en cuanto al rayo... descarga eléctrica, línea imaginaria... podemos amañar la cosa partiendo de Zeus que es el dios del rayo. Recuerdo... lo recordaré todo... me parece que esto es lo fundamental, ¡las Musas!, aquella beatífica tarde en que echada entre el verde brillante de los arrozales y las palmeras de Goa, tuve la sensación de que una lluvia de oro finísimo caía sobre mí. ¿Era él, Zeus, que volvía a visitar a Dánae? ¿Yo Dánae? ¿Sí o no? ¡Qué honor! ¡Qué horror, damas y caballeros! ¡Qué sueño!. Por cierto que el otro día estuve en el Museo del Prado viendo otra vez el cuadro de la "Dánae" de Tiziano... y, ¡qué gorda!, un vientre enorme, desastroso, y luego, como el cuerpo es blanco y la sábana blanca, para separarlos, el pintor ha puesto un color amarillento por las plantas de los pies y las piernas que da un "asssco"... le da un aspecto de sucia "marronzuzca"... y el pie derecho deforme, con dos dedos larguísimos, feísimos, y los otros cortísimos y el pecho derecho como un huevo frito envejecido. Y no es que este gran pintor no supiera pintar a las chicas, pero en la "Dánae" creo que Tiziano no quería pintar un ideal de belleza, sino más bien un cuerpo real, y encima, con las patas un poco abiertas, dejando ver como unos colgajos de piel, que hacen de esta Venus una tipa sucísima, dicho sea con perdón. Menos cuando se la ve desde lejos, que queda bien. ¡Qué lejos estaba ya del luminoso cielo de "La Bacanal", uno de los cuadros más bellos que existen en el mundo! Subí hasta el borde mismo de la alzada copa y allí saciada en la cresta de un vino helado navegué. Los siete cielos me acompañaban. ¡Qué vuelo del espíritu! ¡Columna de fuego! Y alrededor un aroma de azúcar acaramelado Así pues, en lo que respecta a la mitología grecorromana, me declaro touchée. Cuando me topé con la hindú y me enamoré locamente de Lord Shiva, ese dios que posee tres ojos, el tercero en medio de la frente, el que no lleva colirio, ¿se puede decir algo más de un dios?, resultó que él era también un dios del rayo y de la iniciación sexual. Y cuando me pasé al budismo descubrí que el rayo estaba representado por el Vajra. Está elaborado como un cetro de diamantes. Supongo que poseer este cetro doble de poder o luz, es haber domado la naturaleza levantisca, el instinto, o el rayo, para ponerlos a tu servicio y así decir con Blake: Energy is eternal delight Así pues, este era el ambiente y estos mis dioses y mis símbolos. - ¿Y cual es tu nombre? - Pues así de repente, no caigo, creo que me llamo extraviada, ya que nunca me he visto en un estado de ilusión tan profunda. Conclusión: ya tenía nombre y Dios; ya estaba en el tiempo y ya estaba en la cárcel, celda 463.3 |